Cèlia Cuenca es una joven catalana que lleva más de cinco años sin usar toallas, ni tampones, ni copa, ni disco. Ella domina una técnica: retiene la menstruación contrayendo los músculos vaginales.
En su cuenta de Instagram (@freetheregla) difunde información sobre esta práctica que no solo es física, sino espiritual. Como ella, pocas mujeres han probado el sangrado libre.
El proceso empieza por la mente, cuenta Sarah Muñoz, estudiante universitaria que lleva siete meses desde que lo puso en práctica.
“Lo primero que una aprende es a desmitificar la menstruación. Entender que menstruar no tiene que ser doloroso, ni una agonía”, cuenta Muñoz.
El entrenamiento físico
Para dominar la técnica del sangrado libre, lo primero que hay que hacer es informarse sobre la anatomía femenina: el recto de la uretra y del canal vaginal para entrenar los músculos del piso pélvico. Esto parece obvio, pero tiene que ver con cómo contraer uno u otro.
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Esta acción se realiza a través de ejercicios de Kegel, que son contracciones voluntarias en los músculos alrededor del canal vaginal. El ejercicio principal consiste en contraerlo por tres segundos y luego relajar.
“La primera vez que lo hice fue muy raro. Nunca te dicen que puedes mover esa parte del cuerpo”, dice Muñoz.
Pero otras técnicas antes de aventurarse al sangrado libre pueden practicarse al orinar, reteniendo el líquido momentáneamente y soltando de nuevo.
“Estos ejercicios los debería hacer toda mujer. Es, simplemente, fortalecimiento del piso pélvico”, explica Daniel Suárez, médico ginecólogo y obstetra.
Es una forma de prevenir un prolapso (cuando el útero cae hacia el canal vaginal, usualmente como consecuencia del parto) o incontinencia en edades avanzadas.
Todo esto para que, cuando la persona sepa que la sangre está bajando, apriete los músculos del suelo pélvico hasta encontrar dónde descargarla.
Muñoz asegura que, después de la práctica, ha logrado sentir la sangre bajar y retener la regla lo suficiente para descargarla en el inodoro. “Por ahora, lo estoy haciendo cuando estoy en casa porque el baño está cerca”.
La atención al cuerpo es fundamental; por eso, es necesaria una preparación espiritual y mental.
La estudiante pone un ejemplo: “Quienes menstruamos sabemos que al estornudar se siente cómo baja la sangre. Cuando estás distraída, no sientes; la idea es sentirlo siempre”.
Aunque, de acuerdo con el ginecólogo Suárez, esto no sería médicamente posible. Para él, asemejar el sangrado menstrual a la sensación de orinar es erróneo, pues la vagina no tiene esfínter.
“Va a haber muchos accidentes menstruales cuando se acumule la sangre. Seguramente quienes lo hacen tienen un sangrado menstrual escaso”, puntualiza Suárez.
Sin embargo, el sangrado libre “no consiste en aguantar la menstruación, sino en sentir el aviso de que la sangre menstrual necesita fluir”, aclara Luz Marina Araque, terapeuta menstrual y directora de la Asociación Colombiana de Endometriosis e Infertilidad (Asocoen).
Retos y dificultades del sangrado libre
Quienes lo practican saben que intentarlo no es un paso fácil. “No a todas las personas que conozco les va bien. Influye cuánto dura su periodo. Por ejemplo, el mío dura tres días”, cuenta Sarah Muñoz.
Ese es el caso de Paola Rodríguez, universitaria que intentó llevar su menstruación libremente, pues, en sus palabras: “De todas formas ya me manchaba con las toallas”.
Pero no le funcionó. Dice que no se acomodaba a su estilo de vida: “Sentía que no me dejaba hacer lo que quería. Pensé que se iba a reducir el mal olor y siguió igual”.
Sin embargo, asegura que sí la ayudó a conectarse con su cuerpo, a prestarle atención a lo que sentía y derribar esas ideas de suciedad alrededor del periodo.
De todas formas, se cambió a la copa menstrual porque, explica Rodríguez, “nunca pude sentir a tiempo cuándo tenía que apretar los músculos”.
Otro reto es la constancia. Esto ha sido lo más difícil para Muñoz. Pero hay espacios en los que no se siente del todo cómoda. Dice que, si se manchara en la universidad, le daría pena, aunque trata de asumir la mancha en paz, como algo normal.
‘Dejar fluir’ cuando se tiene una patología
Quienes viven con endometriosis o adenomiosis suelen presentar sangrados abundantes y prolongados. Por esto, para Luz Marina Araque, es más difícil que estas personas practiquen el sangrado libre.
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Principalmente porque “los dolores tan fuertes hacen que sea un trabajo arduo compenetrar con el cuerpo, elemento necesario para que el proceso sea exitoso”, expone la directora de Asocoen.
Sin contar otros síntomas que hacen que estas personas perciban el periodo como un momento desagradable, como fatiga crónica, dolor de cabeza y hasta problemas con el sistema digestivo.
Sin embargo, la filosofía del sangrado libre está en línea con uno de los objetivos alrededor de la salud femenina: quitar el tabú alrededor de la menstruación.
Cuando se naturalizan estas conversaciones, se promueve el autoconocimiento. “Con esto se logra un diagnóstico temprano en patologías uterinas que pueden mejorar la calidad de vida de las mujeres.”, afirma Araque.
En Colombia, de acuerdo con Asocoen, el diagnóstico de endometriosis tarda entre 8 y 10 años. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la endometriosis afecta a más de 190 millones de mujeres en edad reproductiva en el mundo.
Una transformación profunda sobre menstruar
En su diario menstrual, todas las mañanas, Muñoz debería anotar su temperatura basal (la primera al despertarse), características de su piel y de sus fluidos vaginales. Admite que no es tan constante como quisiera.
Conectarse con el cuerpo empieza por prestar atención a lo que se siente. De hecho, Isis Tijaro, antropóloga y fundadora de la Organización Tyet, dedicada a la educación menstrual, recomienda empezar por entender el periodo como un momento de quietud física.
En su libro ‘Nuestras reglas’, Tijaro dice que “los días de menstruación son una pérdida para quien los habita desde la desconexión”. Así que antes de querer saber sobre menstruar libremente, es preciso reconciliarse con el cuerpo.
Una iniciativa puede ser poner una intención para ese nuevo mes que comienza con la menstruación: fijar una meta personal puede ser el camino. Lo que correspondería a “plantar una semilla” y hacer cumplir la función de la sangre que sale del útero.
Otra es dejar de ver la mancha como una marca insoportable. Si bien el sangrado libre no obliga a las mujeres a dejar de usar productos de higiene, las invita a pensar la mancha como producto de un proceso biológico.
Por ejemplo, Cèlia Cuenca recomienda que, si una mujer no quiere mancharse al practicar esta forma de menstruar, puede usar una toalla, pues “no se trata de controlar, sino de escuchar”.
Los orígenes del sangrado libre
En 2015, Kiran Gandhi corrió 42 kilómetros del maratón de Londres menstruando, sin esconderlo ni usar ningún tampón o toalla higiénica.
Decidió dejar fluir su sangre porque, según dijo en entrevista a ‘BuzzFeed news’, no quería correr usando un tampón y no le importaba lo que los demás pensaran sobre la sangre que se veía en su entrepierna.
Pero hay otros antecedentes: desde la década de los 70, con el inicio del activismo menstrual en Estados Unidos, algunas mujeres se plantearon una forma de menstruar “sin usar nada para retenerlo”.
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Luz Marina Araque cuenta que, desde el boom de casos de síndrome de shock tóxico, el ecofeminismo respondió con el sangrado libre y con formas diferentes a tampones y toallas para gestionar la menstruación.
El shock tóxico es una enfermedad causada por el estafilococo y es mortal. Se desarrolla en el cuerpo cuando un tampón se usa por mucho tiempo, pues la sangre entra en descomposición y reacciona con los elementos de los que está hecho este producto.
Llevar el periodo sin gastar cientos de toallas o tampones no solo empezó a ser sostenible para el medio ambiente: también fue una forma de mejorar la economía de las mujeres.
Así que más personas y corrientes feministas se sumaron a estas prácticas contra las grandes industrias de productos femeninos, como lo muestran las sociólogas Emma Gómez y Elisabet Marco, en su investigación realizada en 2020.
Incluso, diferentes análisis han tratado de establecer relaciones entre usar productos amigables con el medio ambiente y menstruar menos. Este fue el hallazgo de Ambar Martínez, quien concluye en su investigación publicada en 2022 que las personas que usan métodos desechables (toallas o tampones) menstrúan medio día más.
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