Mi nombre es Angie y me gustaría iniciar por contextualizar mi relación con mi mamá. Ambas somos muy parecidas físicamente, algo aterrador, pero cuando nos comparamos en creencias somos dos polos opuestos. En mi familia dicen que somos como agua y aceite, pues ella, a pesar de ser una mamá joven, tiene bastantes sesgos y prejuicios sociales que yo no comparto.
Tengo 21 años y dos hermanos, soy la hija revolucionaria, según mi mamá. Hemos peleado por cosas cotidianas como el aseo de la casa, pero lo que más conflictos genera es nuestra posición personal frente a temas coyunturales en Colombia.
Celebré la despenalización del aborto hasta la semana 24, porque conozco historias de mujeres que perdieron la vida por tratar de intervenir sus embarazos no deseados; también escuché relatos de niñas que fueron obligadas a tener a sus hijos a los 14 años, cuando yo a esa edad seguía jugando con muñecas. No me cuesta ser empática y ponerme en los zapatos de alguien más… cosa que mi mamá no hace.
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El lunes llegó de su trabajo indignada. Lo primero que salió de su boca fue un “¡Qué belleza!, ahora sí van a empezar a abortar como si fuera un deporte”... No puedo describir la cantidad de sensaciones que me provocó su comentario, pero traté de mantener la compostura y le comencé a explicar la importancia del fallo.
¿Alguna vez han sentido que por más que hablen sus palabras se pierden en un infinito océano de indiferencia? Bueno, eso me ocurrió a mí. Por más que intenté explicarle, de mil maneras diferentes, llegamos al mismo lugar: ambas discutiendo por un escenario irreal que ella inventó.
Siempre intenta usar la estrategia de chantaje emocional, pues cómo lo dije anteriormente, ella es muy joven en comparación a las mamás de mis amigos. Tuvo a mi hermano mayor a los 17 y cada que puede nos dice que fuimos lo mejor que le pasó, sin embargo, no comprende que aquello que ella hizo fue decidir sobre su cuerpo y maternidad: excatamente lo mismo que permite la legalización del aborto. Cada mujer tiene el poder de elegir cómo y cuándo iniciar su maternidad.
Admito que en algún punto me gustaría lograr cambiar su chip retrógrado, pues sé que se puede lograr. Cuando yo tenía 11 años compartía imágenes en Facebook en contra del aborto, esa típca del feto con un texto culpando de todo a su madre… Ahora lo recuerdo y aunque siento vergüenza, también sé que vengo de una familia católica conservadora en muchos aspectos.
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Y creo que como yo, somos miles de jóvenes los que hemos creado nuevos criterios, hemos abierto la mente y nos permitimos entender que el mundo no es solo lo que pasa en nuestras casa, que vivimos en una sociedad compleja y llena de horrores.
Al mismo tiempo, tenemos que convivir con la mirada revictimizante y violenta de nuestros padres. Tengo un espíritu luchador, por eso no me rendiré con mi mamá y mi círculo cercano de familia.
Mientras eso pasa, seguiré apoyando una causa justa y legítima como lo es el aborto legal, seguro y gratuito para las mujeres en Colombia, aunque eso implique seguir batallando en casa con mi madre.