Las cifras de violencia sistemática en contra de líderes sociales y poblaciones más vulnerables parece que para muchos ya se volvió parte de un macabro paisaje cotidiano, pero lo más triste es que el asombro de la sociedad ya no existe, se fue para darle cabida a la indolencia, que reinante entre las personas genera una falsa tranquilidad, sin que haya el menor remordimiento por las vidas humanas que de manera violenta se van perdiendo.
Enero de 2022 se fue dejando datos preocupantes en materia social, con 14 líderes sociales y tres firmantes del Acuerdo de Paz asesinados, 13 masacres, 98 amenazas de muerte y 17 desapariciones forzadas, según cifras de Indepaz.
Cada vez que asesinan a un líder social, silencian la voz de una comunidad, que atemorizada prefiere sobrevivir en condiciones adversas a encontrarse con la propia muerte por buscar la justicia social. De un desplazamiento queda el territorio en el olvido mientras que aparece “nuevo” dueño, como ya ha ocurrido, y sus legítimos propietarios deben irse a las urbes a padecer la miseria después de tener una vida tranquila en el campo.
En el duro balance que incluye esta institución se reportaron además 214 homicidios selectivos, 58 atentados con tentativa de homicidio, 25 hostigamientos a poblaciones por parte de grupos armados, 17 desapariciones forzadas y 16 desplazamientos masivos.
Los panfletos amenazantes que llegan a los líderes sociales tienen la firma de grupos armados al margen de la Ley de los que las autoridades han llegado a decir que no existen, sin embargo, cuando está el muerto luego de ser amenazados, se limitan a decir que realizarán las investigaciones pero no aparecen los responsables, pocos son capturados, y una gran mayoría de estos actores armados parece que fueran fantasmas para la Fiscalía.
Es muy importante recuperar la memoria del conflicto armado que vivió Colombia, pero no se puede hablar solo del pasado cuando siguen ocurriendo hechos de violencia que más adelante podrán estar en el olvido, debido a que la sociedad se quedó revisando los acontecimientos memorables e ignora el dolor que muchas personas sienten aún porque la guerra en sus territorios no se ha ido, y parece que está lejos de desaparecer.
Hay rostros incógnitos de esta tragedia que tienen su propia historia, los de quienes deben enterrar sus muertos llorando en el silencio, o de quienes ni siquiera pueden darles sepultura, y apenas pueden refugiarse en los recuerdos. Entre ellos, personas que inclusive el 31 de enero en horas de la noche perdieron a José Euclides Gonzáles Marín, el más reciente líder social asesinado, y quienes vivieron el dolor de un ser querido desaparecido en el conflicto armado hace años, no hay diferencia alguna.
Apenas culminó el primer mes del año, pero la violencia en los territorios no reconoce fecha, ni hora, ni lugar, pues cuando una guerra reconfigurada en las zonas apartadas del país cobra vidas no hay tiempo para más nada, ni para un instante de paz, ni para un momento en el que alguien deje de llorar la muerte de su familiar, de su líder, de su amigo.